Acervo, Rio de Janeiro, v. 35, n. 1, jan./abr. 2022

Perspectivas em humanidades digitais | Dossiê temático

Una vez más sobre los sures de las digital humanities

Once again about the digital humanities’ souths / Mais uma vez sobre os suis das digital humanities

Gimena del Rio Riande

Doctora en Filología Románica por la Universidad Complutense de Madrid, España. Investigadora en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual (Iibicrit/Conicet), Argentina.

gdelrio@conicet.gov.ar

Domenico Fiormonte

Doctor en Italiano por la University of Edinburgh, Escocia. Profesor en el Departamento de Ciencias Políticas de la Università Roma Tre, Italia.

domenico.fiormonte@uniroma3.it

Resumen

Antes que hablar de humanidades digitales, este artículo propone contextualizarlas críticamente revisando cuestiones relacionadas con la geopolítica del conocimiento y las desigualdades en la investigación a nivel global. Para ello, interroga etiquetas acuñadas desde el norte y piensa el sur o los sures como parte de la epistemología de unas humanidades digitales independientes y sostenibles.

Palabras clave: humanidades digitales; geopolítica; tecnología; desigualdad.

Abstract

Instead of reflecting about the digital humanities, this article contextualizes them critically reviewing issues related to the geopolitics of knowledge and inequities in research at a global level. It also interrogates labels coined from the north and defines the south or souths as part of the epistemology of some independent and sustainable digital humanities.

Keywords: digital humanities; geopolitics; technology; inequities.

Resumo

Em vez de tratar de humanidades digitais, este artigo as contextualiza criticamente, revendo questões relacionadas à geopolítca do conhecimento e às desigualdades na pesquisa em nível global. Para tanto, questiona rótulos cunhados no norte e pensa o sul ou os suis como parte da epistemologia de humanidades digitais independentes e sustentáveis.

Palavras-chave: humanidades digitais; geopolítica; tecnologia; desigualdade.

Preliminares y genealogía1

A partir del segundo decenio del siglo XXI, debido a una serie de circunstancias histórico-culturales y políticas, las digital humanities (DH) comenzaron a difundirse y a consolidarse también fuera de los Estados Unidos y Europa.2 Tal expansión llamó la atención de la comunidad de las DH anglófonas – incluso la de aquellas históricamente hegemónicas – acerca del problema de la pluralidad de las formas expresivas, de los métodos y de los instrumentos mediante los cuales representamos, construimos y difundimos el conocimiento a través de las tecnologías digitales. No obstante, una reflexión sobre la diversidad – cultural, lingüística o epistemológica – implica reconocer las fuerzas que dominan el campo e intentar enfrentarse a las genealogías, a las formas de producción, a las estructuras institucionales y a los intereses geopolíticos que paulatinamente se han ido formando en el curso de la no – tan – breve historia de las DH.3 Una posible y breve cronología híbrida, aunque incompleta, podría ser la siguiente:

1949: El Padre Roberto Busa acude a New York a entrevistarse con Thomas Watson, de IBM, para comenzar la computarización de los datos de su tesis en proyecto del Index Thomisticus.

1966: Se funda la revista Computer and the Humanities.

1972: Se constituye la Association for Literary and Linguistic Computing.

1987: Nace la Text Encoding Initiative y la lista de distribución Humanist.

1998: Se instituye el premio a la carrera en las DH, el Busa Award.

1999: Se crea el primer proyecto europeo de colaboración (ACO*HUM o Advanced Computing in the Humanities).

2002: Se crean los primeros másteres en Informática Humanística en Italia.

2004: Se publica A companion to digital humanities (Oxford, Blackwell).

2006: Nace la ADHO (Alliance for Digital Humanities Organizations).

2010: Comienzan a difundirse los primeros proyectos sobre infraestructuras en DH (Centernet, Bamboo, Interedition etc.). Se publica el Digital Humanities Manifesto y comienzan los descongresos THATCamp.

2011-2017: Surgen nuevas asociaciones nacionales y redes regionales en diferentes continentes: AIUCD (Italia), España (HDH), Alemania (DDH), México (RedHD), Argentina (AAHD), Colombia (RCHD), Sudáfrica (DHASA), Brasil (AHDig) y la francófona Humanisti.ca.

2013: La ADHO lanza el grupo Global Outlook Digital Humanities (GO::DH).

2016: Se funda la Revista de Humanidades Digitales (RHD), única revista de acceso abierto diamante enteramente dedicada a las Humanidades Digitales que publica textos en diferentes lenguas (español, portugués, inglés, francés e italiano).

2018: Se desarrolla en Ciudad de México el congreso DH2018 de la ADHO. Es decir, por primera vez, se celebra un congreso de DH en un país no anglófono.

Si bien, por ejemplo, en el #noviembreHD,4 congreso virtual llevado a cabo durante el mes de noviembre de 2020 y organizado por las Asociación Argentina de Humanidades Digitales (AAHD), se comenzó una cronología para las humanidades digitales en Iberoamérica, sería difícil negar que en casi todas las cronologías o mapas producidos por la comunidad DH-mainstream el sur, en tanto espacio geográfico, crítico e intelectual (aunque deberíamos decir los sures),5 está poco representado o directamente ausente. En el próximo apartado intentaremos definir críticamente este espacio, para después adentrarnos en una posible relación entre este y las DH.

El sur, los sures y el sur global

Somos conscientes de que en este artículo no hablaremos demasiado sobre las DH sino sobre la geopolítica, sobre el espacio y el poder. Asimismo, hemos decidido utilizar la categoría de sur de una forma un tanto problemática, más allá de las fronteras, las etiquetas y los territorios.6 Entendemos el término sur como el espacio subalterno y la alternativa al discurso dominante de las DH. Por eso, a estas últimas, y a fines de la tesis y los objetivos de este artículo, tal y como lo expresamos en la nota 2, no las traducimos al español humanidades digitales. Es decir, usaremos la categoría sur en oposición al canon y a la epistemología que la cultura occidental y el norte han construido e impuesto a las instituciones académicas de todo el mundo y que se refleja en el modo en el cual las DH se han expresado hasta el día de hoy.

Buscamos así alejarnos de enmarcar nuestro debate de la categoría Sur Global (del inglés, Global South) que es, a nuestro parecer, extremadamente difusa desde lo sociológico, cultural, histórico etc. Nuestra perspectiva se acerca más bien a la del venezolano Rodolfo Magallanes (2015, p. 9):

The term Global South is ahistorical and decontextualized. It omits a critical core of dynamic variables that characterize different kinds of countries, especially historical, economic, social, cultural, and political variables, among others. It is these factors that might explain the reality of these countries as a product of a societal process, and the type and origin of the differences among them.

En primer lugar, debe destacarse que la voz inglesa Global South refleja la herencia de una semántica oscura que no se basa en la geografía, sino en lecturas geopolíticas. Antes de la delimitación entre un norte y un sur global, tal y como nos recuerdan Martin W. Lewis y Kären E. Wigen en The myth of continents: a critique of metageography (Lewis y Wigen, 1997), ya existían oposiciones binarias que ordenaban el mundo, como la del Occidente y el resto del mundo – the West and the rest –, expresada en dicotomías tales como lo civilizado versus lo bárbaro, Indias versus Europa etc. No es hasta la época contemporánea cuando el binarismo fue momentáneamente sustituido por una organización geopolítica fundada sobre tres mundos. La noción de un Tercer Mundo fue introducida por el demógrafo y sociólogo francés Alfred Sauvy en un trabajo del año 1952. Allí Sauvy establecía un paralelismo entre países pobres, ex coloniales y subdesarrollados y el Tercer Estado de la Revolución Francesa, le tiers état, el limbo que compartían todos aquellos que no pertenecían ni al clero ni a la nobleza. Algunos años después, el sociólogo y antropólogo inglés Peter Worsley utilizó esta expresión para escribir su obra The third world (1964) y The three worlds (1984), organizando el mundo en un sistema tripartito: capitalista-comunista-pobre. A pesar de que estas denominaciones aún pueden encontrarse aquí y allá, lo que consagró definitivamente la perspectiva dicotómica fue probablemente el informe Brandt (Brandt, 1980 y 1983), un documento producido por una comisión de la ONU presidida por el ex canciller alemán Willy Brandt, quien propuso un modelo fracturado (paralelo a la otra fractura, la del Este-Oeste) basado en una línea de demarcación entre un norte rico y un sur pobre que se extiende más allá del paralelo 30° norte (excluyendo, claro está, a Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda).

El informe Brandt, si bien proponía una mirada geopolítica neutral, contribuyó a reforzar una dicotomía que simplifica y vacía la historia y la actualidad de los países y las regiones y solo ofrece una relación generalista y descontextualizada entre las posiciones geográficas y la condición socioeconómica de esas geografías, popularizando la idea de un sur completamente débil, subdesarrollado y menos tecnológico que el norte.


Figura 1 – La línea de Brandt divide los países del norte rico y del sur pobre y subdesarrollado. Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:North_South_Divide_3.PNG

En definitiva, no podemos pasar por alto que la etiqueta Global South fue acuñada en ámbito anglófono y utilizada en el norte para referirse, con sus ojos y perspectivas, al sur y que, por ejemplo, olvida por completo la definición de sur que propuso la conferencia de Bandung de 1955 desde el movimiento afroasiático independentista y que, diez años más tarde, la llamada Tricontinental continuaría en la reunión de La Habana, Cuba, uniendo allí a delegados de movimientos de liberación de ochenta y dos naciones de África, Asia y América Latina. Ambas iniciativas propiciarían y sostendrían el nacimiento de la teoría poscolonial, jugando un papel fundamental en la visibilización del movimiento de derechos civiles en Estados Unidos o las luchas antiapartheid en Sudáfrica. Estas visiones del sur sobre el sur o los sures son ajenas a las narrativas sobre el Global South. No obstante, Pagel et al. (2014) destacan cómo el término se traslada al campo académico de las Humanidades y las Ciencias Sociales anglófono con el mismo sentido del que se nutre desde la geopolítica heredada de Brandt. A decir de los autores, desde su primera aparición en revistas de investigación en el año 1996, comienza un crecimiento que hace que en 2013 esté ya presente en 248 artículos que utilizan la etiqueta Global South con un sentido negativo “largely equivalent, but not identical with ‘Third World’” (Pagel et al., 2014). Si bien luego lo encontramos ya en español con muy diversos usos,7 Global South y su traducción literal sur global nos parecen etiquetas extra adjudicadas al sur desde el norte. Nosotros preferimos pensarnos discursivamente desde las epistemologías del sur de Boaventura de Sousa Santos (2018, p. 12), o el

vasto e diversificado campo de tais experiências é designado por “Sul anti-imperial”. É um Sul epistemológico e não geográfico, composto por muitos suis epistemológicos que têm em comum o fato de que todos eles serem conhecidos nas lutas contra o capitalismo, o colonialismo e o patriarcado.

Con respecto a los escenarios delineados hasta aquí, ¿cuál es la posición y el papel de las DH? ¿nuestro campo ha modificado o ha contestado a los desequilibrios que hemos descrito? Si dirigimos la vista a las infraestructuras y a los recursos que hoy constituyen y hacen posible nuestra vida digital (y también la física), descubriremos que estos existen gracias a una estructura de comunicación y control (redes, cables, plataformas, centros de datos) en manos de pocas multinacionales, principalmente radicadas en los Estados Unidos,8 que poco aportan desde lo global a sostener una diversidad cultural a nivel local (Adriansen, 2016; Graham et al., 2017; Pickover, 2014; Nobes, 2017). Ya en 2009 el informe mundial de la Unesco sobre la diversidad cultural afirmaba que “with a few exceptions, new technologies are not used to strengthen the ‘push’ of local content from local people” (Unesco, 2009, p. 149). Habría entonces que preguntarse si en general las tecnologías han contribuido al refuerzo de la diversidad cultural y a la reducción de las desigualdades:

The instrumental belief that technologies have some kind of power of their own to make a difference to the lives of poor people is fundamentally misguided. Technologies are designed and developed with particular interests in mind, and unless poor people are prioritized in such design they will not be the net beneficiaries. (Unwin, 2017, p. 176)

Si las DH nacieron con el objetivo de guiar la transformación digital de los saberes humanísticos, es evidente que no podemos ignorar la geopolítica de los sistemas de comunicación global ni la organización neocolonial de las multinacionales tecnológicas (Simmons, 2015). Es imposible no debatir en este campo humanístico donde la tecnología adquiere una centralidad inusitada el hecho de que los sures podrían estar condenados a la dependencia digital, a ser un mero proveedor de datos y un consumidor de instrumentos, contenidos e infraestructuras proyectadas e impuestas por el Norte Global o por las próximas potencias hegemónicas, como China:

Facebook, with its new “instant articles” platform, is set to become the arbiter of what is news. Uber seeks to dominate urban transportation, through control over data that its operations provide. Monsanto employs digital intelligence to infringe farmer’s autonomy. Google has been accused of directing queries on its search engine towards its own companies. [...] Our societies are reorganising around networked systems with disembodied, machine-based intelligence. As the brains of our societies, such digital intelligence systems or platforms will centrally coordinate and thus control all sectors. They are globally organised, corporate-owned, unregulated, and have a marked monopolistic tendency. Almost all of them are currently based in the US. [...] What are the options for developing countries under these circumstances? (Jeet Singh, 2017, p. 5)

Las DH incorporan como elementos centrales de la construcción de su epistemología no solo la elaboración de un marco teórico-metodológico, sino también el uso de instrumentos, lenguajes y recursos digitales que frecuentemente son interpretados en términos de estándar – piénsese en el XML-TEI (Monella, 2017) – e infraestructuras que sostienen y regulan los resultados que han sido desarrolladas fuera de las academias sureñas. Todo esto pone de relieve un sutil y poco debatido colonialismo digital que para la mayoría de la comunidad de los humanistas digitales del Norte Global es difícil reconocer (Honn, 2013; Monella, 2020) y que pocas veces se baraja a la hora de pensar traducciones o adaptaciones (Allés-Torrent y del Rio Riande, 2019; Isasi y Rojas, 2021). En lo que sigue, buscaremos interpelar las nociones de norte y sur, centro y margen, centrándonos particularmente en la relación entre diversidad biocultural, tecnologías digitales y geopolítica del conocimiento.

La riqueza biocultural y tecnológica del sur9

No es novedad afirmar que en el sur del mundo hoy se concentra la inmensa mayoría de la diversidad biológica y cultural del planeta (Figura 2). Según la edición del 2018 de Ethnologue (Simons y Fennig, 2018), existen actualmente 7.097 lenguas en el mundo, pero las primeras ocho son habladas por el 40,3% de la población mundial (más de dos mil setecientos millones de personas). Asimismo, cada año desaparecen sobre siete lenguas en el mundo y, según el índice de diversidad lingüística (ILD) elaborado por el grupo de investigación Terralingua,10 desde 1970 ha habido una disminución del 20% de la diversidad lingüística mundial y la erosión de la diversidad lingüística va acompañada de la erosión del Conocimiento Ambiental Tradicional (TEK) codificado en los idiomas.

Tal proceso de absorción o desaparición de la diversidad lingüístico-cultural es uno de los temas que marcan profundamente la época en la que vivimos. El problema de las lenguas, de hecho, no es solo un problema de democracia y participación/inclusión social, sino que cada vez está más conectado a la diversidad biológica, por ello hoy se habla de diversidad biocultural (biocultural diversity). Lenguas y vida, cultura y cultivos, están estrechamente entrelazados y queda claro que la variedad y la riqueza de ambos son condición necesaria para una mutua supervivencia, ya que

a lowering of both cultural and biological diversity has been found to correlate with the development of complex, stratified and densely populated societies and of far-reaching economic powers. […] From ancient empires to today’s globalized economy, these complex social systems have spread and expanded well beyond the confines of local ecosystems, exploiting and draining natural resources on a large scale and imposing cultural assimilation and the homogenization of cultural diversity. (Maffi y Woodley, 2010, p. 8)

En otras palabras, la riqueza biocultural no se superpone necesariamente al Producto Bruto Interno (PBI, que, recordemos, fue también el instrumento principal utilizado en el informe Brandt para la demarcación Norte-Sur). Por el contrario, como muestran detenidos estudios interdisciplinarios (Amano et al., 2014), el crecimiento económico y la extinción de las lenguas van de la mano. En la Figura 2 esta divergencia es bastante evidente: los puntos negros representan el número de las lenguas y la intensidad creciente del verde la diversidad vegetal: las áreas con mayor diversidad se concentran en el sur del mundo.


Figura 2 – Distribución de la diversidad vegetal y de las lenguas en el mundo. Fuente: www.terralingua.org

Este mapa (Figura 2) podría ser entendido como una contralectura del Sur Global heredado de la línea de Brandt y en términos de recursos para el desarrollo del nuevo universo hiperconectado. Lo digital, como sabemos, no es sinónimo de inmaterial, al contrario, cualquier tecnología y cualquier medium consumen materia prima y producen una enorme cantidad de desechos. Como observa Jussi Parikka, las abstractas topologías de la información son dependientes de las realidades geofísicas, tanto es así que la industria informática está bien anclada al fósil y para producir una memoria de dos gramos se necesitan 1,3 kg de combustibles fósiles y otros materiales (Parikka, 2015, p. 110-111).

Un caso bastante flagrante de dependencia material es el del coltán, un mineral del cual se extrae el tantalio, un elemento utilizado en la fabricación de los condensadores de los teléfonos móviles, pero también necesario para las células fotovoltaicas, en la industria aeronáutica, para materiales quirúrgicos etc. El precio del coltán, que se extrae sobre todo en Brasil, Australia y Canadá, ha crecido un 600% en pocos años, obligando a las grandes empresas multinacionales a buscar otras fuentes de abastecimiento. Es por esto que la bulimia digital llega al Congo, donde se encuentran el 80% de las reservas de coltán de toda África y donde el mineral es extraído por las manos desnudas de miles de niños:

Scene 1: in the convoluted interior of the Democratic Republic of Congo, where biopolitics becomes necropolitics, warlords tied with foreign corporations rule mineral-rich territories. In improvised mines, forty thousand children up to seven years old remove cobalt from the bowels of the earth. Raw cobalt then flows from those mines to Zhejiang Huayou Cobalt, where it will be sold to sixteen multinational high-tech manufacturers – Apple, Sony and Samsung amongst others. (Telles, 2016)

Por un lado, el caso de la dependencia de la industria informática del coltán africano (Frankel, 2016) muestra el precio del sueño digital, por el otro, subraya de nuevo el papel estratégico de los recursos del sur en su realización y mantenimiento. Es evidente que los espacios de resistencia o aquellos que todavía no están integrados en el esquema globalista constituyen los territorios clave de la diversidad biocultural y el desarrollo de la industria digital. En el Congo las minas de coltán contribuyen a la destrucción de parques naturales y a la contaminación del territorio, pero si esa materia prima fuera parte de la industria informática africana, y no de la de los países productores de tecnología, y bajo un esquema de protección del medio ambiente, la condición subalterna del sur cambiaría por completo.

Producción y representación: geopolítica del conocimiento

Si desplegásemos sobre el mapa del mundo los artículos de investigación científica que produjo cada país en un periodo determinado, este tomaría una apariencia bastante extraña y muy desigual. Al contrario de lo que se aprecia acerca de la diversidad biocultural en la Figura 2, el norte crecería exponencialmente y el sur casi desaparecería.


Figura 3 – Mapa de las publicaciones científicas en acceso abierto elaborado por Juan Pablo Alperin (Universidad Simon Fraser) y Rodrigo Costas (Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos). Los datos sobre las publicaciones por país se obtienen de Scopus y los datos de población y PIB se obtienen del Banco Mundial. Fuente: ScholCommLab (http://scholcommlab.ca/cartogram/)

Si bien esta imagen muestra datos de hace unos años, sigue dando buena cuenta de las complejidades de las desigualdades globales en la producción y el intercambio de conocimiento. El sur que allí se ve como el espacio de lo vacío o lo menor, tal como nos lo destacaba la línea de Brandt (Figura 1), tiene una explicación: la base de datos que está tomando como referencia para esos datos es Scopus. Este servicio, como es sabido, por muy diversos motivos, al igual que la Web of Science, no hace justicia a una gran cantidad de revistas en acceso abierto de América Latina y el Caribe (Alperin & Fischman, 2015; Beigel, 2014), tal y como puede verse más abajo en la Figura 4.


Figura 4 – Revistas de acceso abierto en Scopus. Fuente: Ready for Scopus (https://view.highspot.com/viewer/615c8704d46ebdc6d8d6ae07?iid=615c8618523075c6d1431942)

Sin embargo, una vez más, es todo una cuestión de cómo se interpretan los datos sobre los mapas. Si pensamos ya no en cuántos artículos se publican por país sino cuántas revistas en acceso abierto se publican por país, el panorama cambia por completo y los sures salen a la superficie.

El Directory of Open Access Journal (Doaj)11 es una base de datos online que ofrece una lista curada de revistas de acceso abierto de alta calidad a nivel global. Importante es destacar que la curaduría es realizada por especialistas en edición y acceso abierto de diferentes regiones y que el Doaj no pertenece a una corporación o compañía privada. A diferencia de Scopus o la Web of Science (WoS), el Doaj es curado y mantenido por la comunidad académica y de editores y toda la información sobre su trabajo, staff, metodología y finanzas están en abierto. En este momento, contiene unas 17.381 revistas en acceso abierto y revisadas por pares indexadas en su base de datos, casi el doble de revistas que ofrecen Scopus o WoS. Allí se explicitan las lenguas en las que las revistas publican, las licencias Creative Commons que usan, los criterios de revisión y los países en los que se publican, entre otras cosas. Desplegando los datos que Doaj deja en abierto sobre las revistas que ha indexado, Philippe Massicotte (2020) nos ofrece un panorama diferente para la investigación científica a nivel global. Con el cuidado de recordar que las cinco grandes editoriales – Elsevier, Springer, Wiley, Taylor & Francis Group y Sage Publishing – controlan más de la mitad del mercado de publicaciones científicas en el mundo, podemos ver en la Figura 5 cómo entre los primeros veinte países listados en el Doaj que publican revistas de acceso abierto, Indonesia se transforma en el líder del y Brasil supera a los Estados Unidos de Norteamérica.


Figura 5 – Visualización de los veinte países con más revistas en acceso abierto. Fuente: Massicotte (2020)

Desde este abordaje sobre los datos, países del supuesto Sur Global o las periferias dominan este ranking, conviviendo con países de ese rico Norte Global, ofreciéndonos una imagen más equitativa y diversa de la investigación científica.

Algunas reflexiones

Cuando se habla de relaciones entre márgenes y centro, entre centro y periferias, entre norte y sur etc., se corre el riesgo de legitimar discursos y esquemas hegemónicos heredados u obsoletos, y el de reforzar visiones dualistas que, bien tienen escasa correspondencia con la realidad, o bien merecen al menos contestarse. Y es que la realidad, como pudimos apreciar, casi siempre se muestra rotundamente ambigua. Por lo tanto, así como no existen márgenes y centros perennes, del mismo modo se nos escapan los confines de la perenne dialéctica norte-sur.

El objetivo de este trabajo, como dijimos más arriba, no fue el de definir las HD o las DH, sino pensar los contextos en los que pueden surgir y desarrollarse y cómo pueden dialogar a escala global. Lo cierto es que, en este escenario complejo y desigual, las DH del sur no pueden eximirse de la responsabilidad de afrontar las implicaciones geopolíticas del conocimiento digital y deben preguntarse: ¿qué tipo de conocimiento estamos construyendo? ¿qué costes sociales, políticos, culturales etc. tienen los instrumentos que utilizamos en nuestra investigación? ¿es posible crear modelos independientes y socioeconómicamente sostenibles o estamos condenados a incorporar paradigmas, herramientas y estándares del Norte Global sin, al menos, una mirada crítica? Y si esto es posible, ¿cómo lo hacemos? Las DH del sur tienen hoy la oportunidad no tanto de sustituir o enfrentarse a las fuerzas dominantes del campo, pero sí de convertirse en un punto de referencia para modelos plurales y propios de construcción, acceso y transmisión del conocimiento en formato digital para las humanidades.

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Recebido em 31/7/2021

Aprovado em 22/1/2022


Notas

1     El presente estudios es fruto de un constante y fructífero intercambio entre ambos autores, sin embargo, en cuanto a la redacción material, los apartados primero, cuarto y quinto se deben a ambos autores. El apartado segundo es de del Rio Riande y el tercero es de Fiormonte.

2     Lo que, obviamente, no excluye que en Latinoamérica y en otros lugares se hayan desarrollado líneas de investigación similares, por ejemplo, en los estudios críticos sobre ciencia, tecnología y sociedad (en el ámbito anglófono conocidos como Science and Technology Studies), o en áreas donde el contacto entre tecnologías de la información y de la comunicación y ciencias humanísticas y sociales ya había comenzado – para una introducción cfr. Parini y Pellegrino (2009, p. 1-90); sobre América Latina cfr. Jiménez Becerra (2010). No obstante, en este trabajo, preferimos no marcar la diferencia entre digital humanities y sus manifestaciones en otras lenguas que, para el caso de este trabajo, sería el español. Así, a pesar de que no vemos una completa coincidencia epistemológica entre digital humanities y humanidades digitales, sino una mera traducción literal de la etiqueta, usaremos críticamente el término digital humanities (DH), con el objetivo de proponer una reflexión sobre las características de este campo fuera de la academia anglófona, o lo que aquí llamamos el sur, o los sures, y no específicamente para una comunidad o lengua.

3     Para una reflexión crítica, aunque esté centrada en el escenario estadounidense, véase Koh (2015). Nyhan y Flinn (2016) ofrecen una perspectiva histórica basada en las historias orales, entrevistando a los pioneros europeos y norteamericanos. Consiste en un trabajo extraordinariamente interesante, pero tampoco están presentes precursores como el español Francisco Marcos Marín (de hecho, el término Spain aparece solo dos veces en las 285 páginas que conforman el volumen).

4     Sitio web del evento: https://www.aacademica.org/noviembrehd.

5     Seguimos la tesis sobre los distintos sures, geográficos y metafóricos, formulada por Sousa Santos (2018) y Sousa Santos y Mendes (2017).

6     Entre las diferentes declinaciones posibles y definiciones de sur encontramos particularmente interesante la de Sousa Santos, quien se aleja de la etiqueta de Sur Global y considera el sur una metáfora y no únicamente un espacio vinculado a la cultura o a la economía: “The Global South is thus not a geographical concept, even though the great majority of these populations live in countries of the Southern hemisphere. The South is here rather a metaphor of the human suffering caused by capitalism and colonialism at the global level, and a metaphor as well of the resistance to overcome or minimise such suffering. It is, therefore, an anticapitalist, anti-colonialist, and anti-imperialist South. It is a South that also exists in the global North in the form of excluded, silenced and marginalised populations, such as undocumented immigrants, the unemployed ethnic or religious minorities, and victims of sexism, homophobia and racism” (Sousa Santos, 2012, p. 51).

7     Por solo nombrar un caso, varios proyectos de Clacso, el Consejo Latinoamericano de las Ciencias Sociales en América Latina, siguiendo a de Sousa Santos, entiende en sur global en la dinámica sur-sur heredada de Bandung y la Tricontinental, como alternativa contrahegemónica (https://www.clacso.org.ar/grupos_trabajo/detalle_gt.php?ficha=1159&s=5&idioma).

8     Sobre los efectos de la hegemonía estadounidense sobre las infraestructuras de las telecomunicaciones y sobre la industria cultural y de los medios en general, puede verse, entre otros, Boyd-Barret (2015), Martel (2010) y Mirrlees (2013). En lo que respecta a China, la red y medios, véanse Herold y Marolt (2011) y Marolt y Herold (2015).

9     Parte del contenido de este apartado fue ya avanzado en Fiormonte (2018).

10     Accesible desde: www.terralingua.org.

11     https://doaj.org/.



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